Me vi encerrada en una habitación
oscura, cuatro paredes mal pintadas y un mueble en mal estado, cerré los ojos,
hice un forcejeo con mis manos, me golpee despacio en las mejillas y me
pellizque los labios lentamente, abrí los ojos y seguía en la misma habitación,
solo que esta vez el mueble era un espejo, rajado en formas tenebrosas que me
reflejaban desfigurada, con la cara triste, por mas que sonreía el espejo solo
me reflejaba en nostalgia. Regrese al paso de cerrar los ojos, de pellizcar los
labios e imaginarme en un ambiente diferente, pero una vez mas volví al mismo lugar al mueble y al espejo.
El espacio ya se iba llenando, esta vez con
una mesa vieja y una silla rota encima, ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué estos objetos
y este lugar me encerraban en una desesperación casi inevitable? Cada que
cerraba los ojos y los abría algo nuevo sorprendía a mi mente, ¿Cuál era este
juego? Ya no había lugar para mí, no cabía en aquella habitación. Cuando el
cuarto se lleno me fui encogiendo, muriendo lentamente, no podía respirar y mis
manos sudaban, mis pies acalambrados y mi cabeza dando vueltas buscando una
explicación para tal extorción.
Pensé, ¿y si esto es una pesadilla? Tal vez
estaba viviendo un infierno, hice un pacto hacia la vida; cerré los ojos, hice
un ultimo forcejeo con mis manos, volví a golpearme despacio en las mejillas,
me pellizque los labios nuevamente, esta vez con mas fuerza y con el miedo de
abrir los ojos y encontrarme muerta en aquel cuarto oscuro y frio, me arme de
valor y los abrí, una imagen oscura pero sin sentido, como un fondo de nubes
plomas esperando una lluvia torrentosa, esperando tal vez que sea hora de dejar
de esperar. Algo comenzó a mojar mi rostro, pensé que la lluvia había comenzado
pero eran las lágrimas de Luna que me alejaron rápidamente del sueño,
efectivamente, fue una pesadilla, un sueño nunca deseado.
Ya eran 23 días con 14 horas
desde la muerte de Luna, siempre creí que seria una gran madre. Siempre me
imagine que mi vida seria perfecta junto a ella, que me daría paz, Dios me la
quito antes de conocerla, amarla no fue mi error, perderla fue mi muerte en
vida.
Salí a caminar, cruce un parque
para llegar al centro comercial pero ese cruce se hizo largo y lento, me quede
inmóvil por dos segundos y pensé ¿estoy soñando nuevamente? ¿Será posible lo
que veo? Y como no serlo, un ángel me andaba cogiendo los hombros con ánimos de
avanzar conmigo, sentí paz, sentí a Luna, pero no era ella. El ángel me miro y
me dijo: “el miedo es tu acompañante de todos los días, las pesadillas tu
rutina, acompáñame y déjalo en este parque para siempre”. Sin pensarlo dos
veces hice caso, el viaje fue corto, me llevo a un edificio antiguo y
solitario, una puerta vieja y alta y una manija de pan de oro que el ángel me
incitó a tocar, abrí la puerta y el ángel desapareció. ¿Cómo no había visto ese
edificio antes? El paisaje se torno muy claro, era un jardín tan verde, las
flores mas extrañas y el sonido de las hojas de los arboles con unos cuantos
pájaros cantores que hacían de un lugar perfecto, donde me imagine pasar el
resto de mi vida junto a Luna.
No se porque a veces pasa lo que
imagino, pero que haría una cuna en medio del jardín, una cuna adornada de
girasoles y lirios y una risa de bebe tan encantadora que me acerque a ver que pasaba, mi bebe, mi preciosa Luna, en
una cuna adornada de flores riendo, sonriéndome, perdonándome sin haberle
pedido perdón, unos ojos cafés y una tez rosada que me hicieron llorar hasta
quedarme sin lagrimas, esta es mi bebe, mi preciosa Luna, la tome en mis brazos
y la abrace tan fuerte que mis pesadillas y malos días desaparecieron en
segundos, prometí jamás dejarla. Seré fuerte, me dije, le daré una vida de
princesa, mi princesa, la vestiré de rosa y le sacare a pasear a este hermoso
jardín todas las tardes, porque es un jardín que te da alegría, y no cabía
espacio para la tristeza en Luna.
Pasaron los años, que bien se
sentía socializar, había solo madres con sus hijos, disfrutando, riendo, Luna
era preciosa, cada vez mas linda, alta, juguetona y su risa burlona ante el
mundo era envidiable. Cumplió los 15 años y yo envejecía pero por dentro me
sentía mas joven que nunca, 18 años, su primer novio, es un buen chico, eso
creo, su madre siempre lo ha criado muy bien, pensé, pero necesitaba proteger a
Luna, de alguna manera Dios me había dado la oportunidad de tenerla de nuevo y
no dejaría que sufra por amor, sufrió. Pero que podría hacer, es Luna, fuerte y
lista. Cumplió 23 años y conoció el amor por fin, la atrape saliendo de una tienda
de camisas, sospeche que no seria para mí, pero nunca pensé que seria para
aquel niño en el colegio que le jalaba de las trenzas y le mandaba notas en
clase, es cierto creo que los que pelean se aman. A los 26 se casaron. Estaba
feliz, estaba contenta que Luna viviera de esa manera, porque así, yo vivía a través
de ella, su felicidad era la mía.
Cada vez iba envejeciendo más, mi
hija siempre cuidándome, aunque casada pero nunca me dejó, era la tierra de las
madres solteras y de los hijos perfectos, como me hubiera gustado ser así con
mi madre, lastima que ella nunca lo quiso así. Salí embarazada a los 17 años y
no lo dudo, me arrastro hacia la puerta con lo que tenia puesto y sin nada de
dinero, me abandono.
Cuando cumplí los 40 años, Luna y
su esposo me hicieron un invernadero, sabían que amaba los jardines desde que
encontré a Luna y sentada todos los días viendo las flores, con una cuna de
gras en el medio, como cuando encontré la felicidad, aquel día que el ángel me
dejo en este lugar, dándome la oportunidad de vivir sin miedo, con mi hija. El
tiempo paso, me pasaba horas y horas regando mis girasoles y mis lirios,
escribiendo un diario y pasando tiempo con Luna.
Mi primer nieto, Rodolfo, ¿es
posible ser tan feliz? Mi pequeña Luna. ¡SOY ABUELA! La casa se lleno de
emociones, cenas y fiestas. Me sentía de joven, como cuando le compraba ropa y
juguetes a Luna, cuando la llevaba a ver a los ponis, cuando la encontraba
maquillándose y con mis tacos.
La madre de Augusto, el esposo de
Luna, desapareció un día sin explicación, dicen que se echo a dormir y que a la
mañana siguiente ya no había rastro de ella. A los 5 días, pasó lo mismo con
una señora de la cuadra siguiente, y día a día iban a desapareciendo mas, como
por arte de magia.
Luna cumplió 50 años, yo ya a los
67 años me sentía débil, siguieron pasando los años y cada año me sentía peor,
estaba feliz mas por fuera ya no era lo mismo.
Así pasaron 13 años, el día que cumplí
80 lo pase en el invernadero, Luna me leía un libro de Shakespeare y Rodolfo en
su ultimo día de trabajo en la empresa de su papá, formaría su propia empresa.
Ese día no se porque no quise celebrar, le pedí a Luna que se quedara conmigo,
pero la conozco, me sorprendieron los vecinos con una torta de cumpleaños, ya
no podía ni caminar, mis huesos ya no daban para celebrar como antes, pero ver
a mi familia bailando, y riendo pues ¿que mas puedo pedir?
En la madrugada baje al
invernadero nuevamente, fue difícil llegar hasta ahí, algo me decía que era mi
ultimo día. Luna me pregunto si me pasaba algo, le dije que todo tiene un
final, no tuve que decir nada mas para que entendiera lo que estaba a punto de
pasar, Luna me abrazo fuerte, como la primera vez que yo la abrace, en cuestión
de segundos cerré los ojos, ambas sentadas en el invernadero, viendo la cuna de
girasoles y lirios, escuche un te amo mamá y sentí un beso en la frente, no
recuerdo mas, desaparecí.
Desperté nuevamente, espera, no
había despertado, era un fondo blanco, ¿era el cielo? ¿Así se siente morir? No,
espera, ahí estaba el ángel que me llevo con Luna, corrí hacia él y me dijo
“venciste el miedo, es hora de vivir la realidad” una fuerza me empujo como si
cayera de un precipicio, un mareo intenso pero a la vez una paz que nunca había
sentido, caí, abrí los ojos y estaba en la calle del edificio viejo, volteé
pero no había ninguno, la puerta vieja ya no estaba, la gente caminaba, como
antes de haberme encontrado con Luna, este no es el cielo, dije, es el pasado,
no me asuste, reí a carcajadas, había vivido mi vida con Luna, me vi en una
vitrina de la cafetería mas cercana y tenia 17 otra vez, solo que no me reconocía,
de lo infeliz que había sido, ahora veía todo claro de nuevo, era la hora de
empezar un nuevo comienzo, con Luna dentro de mi.
Pasaron los años, con una
perspectiva del mundo, como la que había vivido en aquel lugar, me enamore,
nunca tuve hijos, reí, jugué, pedí perdón a quien había hecho daño, hable con
mi madre, aunque no tuvo una solución, sé que le gusto que la haya visitado.
Haber perdido a Luna, aunque de manera natural me hizo sentir culpable tanto
tiempo, pero ya no más. Tengo la suerte de haber vivido 3 veces, una vida de
pesadillas, de oscuridad y sin razón, una vida de sueños, felicidad y amor y
una ultima vida que lo único que puede describirla, es que es real.
Envejecí, me enferme ya de
anciana, me eche en mi cama a leer aquel diario que escribí en mi invernadero,
ya era tarde, casi la madrugada, termine el diario y me fui a dormir. Espera,
un sueño mas, mi ultimo sueño, nubes blancas, cielo de color cian; jamás había
visto un cielo tan bonito, un sol radiante y el sonido de las olas reventando
en la orilla, una arena que relajaba mis pies mientras caminaba sin rumbo,
mirando como dejaba mis huellas, alce la vista y estaba Luna, extendiendo su
brazo, le tome la mano, nos abrazamos como aquel día que la vi por primera vez,
caminamos hasta el cielo y viví feliz por siempre.
“En luna llena”